“El euro fue una de las formas por las que el neoliberalismo entró en Europa”

Miércoles 19 de junio de 2013
Sousa de Santos. | El problema de Europa es que sigue con su arrogancia colonial.

Boaventura de Sousa Santos es doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale y catedrático de Sociología en la Universidad de Coímbra. Participa en Madrid de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales (UPMS), una iniciativa que llega por primera vez a España y reúne a más de 40 colectivos y movimientos sociales, académicos y artistas de varios países en busca de fórmulas para organizarse y reconstruir el maltrecho sistema democrático en Europa.

¿Se puede decir ya que el proyecto de la UE es un fracaso?

Sí. La UE era un proyecto de cohesión social para crear un bloque nuevo y fuerte; un bloque económico, político y social, con políticas de cohesión muy importantes. La UE se concibió con dos ideas muy potentes: la de no volver a las guerras mundiales, provocadas ambas por el mismo país, y la de eliminar las periferias que existían desde el siglo XV: los países nórdicos, el sur de Europa (Portugal, España e Italia), el sureste (Balcanes y Grecia) y el este europeo.
El proyecto europeo iba a poner fin a esas periferias, con políticas muy importantes de fondos estructurales que pretendían uniformar la riqueza en Europa. En este sentido, el proyecto fracasó, pero es que muchos de nosotros ya sospechábamos que esto podía pasar, porque la existencia de las periferias era demasiado larga. Sin embargo, en los primeros años de la integración europea parecía que la UE resultaba: por ejemplo, en Portugal, la renta media alcanzó el 75% de la europea en 2000; sin duda nos aproximábamos y, de pronto, todo el proceso quebró y los países experiféricos vuelven a ser tratados como tales. Desde entonces, la lógica colectiva de construcción social, económica y política ha pasado a ser una dinámica de centro-periferia que dominó sobre todas las otra lógicas. Una lógica, además, en la que el centro ni siquiera es la Comisión Europea, sino Alemania.
La UE debe reinventarse, hay que reinventarla. De lo contrario, el futuro en Europa se presenta muy negro.

¿Y el proyecto del euro? ¿En qué punto está?
La pregunta sobre el proyecto del euro no es si fracasó o no, sino qué es lo que se pretendía con él. Y en este caso, existió la trampa desde el inicio, porque el euro fue una de las formas en que el neoliberalismo internacional penetró en Europa, que hasta entonces, era el bastión de defensa del Estado social; el único donde el neoliberalismo no había entrado gracias a que los países tenían partidos socialistas y -también a veces en la oposición- partidos comunistas, ambos muy fuertes. Los partidos venían de una tradición socialdemócrata muy arraigada que exigía educación pública, sanidad pública o sistema de pensiones públicos, por lo que la resistencia a que el neoliberalismo entrase país a país era muy grande. Por eso no penetró así, sino que lo hizo por encima: a través de la Comisión primero, por el Banco Central Europeo (BCE) después y por el euro finalmente.

¿Estamos ante una improvisación o el juego está totalmente calculado?
Es más trágico todavía, porque no es nada nuevo. El problema de Europa es que ni tiene nada que enseñar al mundo ni puede aprender con el mundo. Nada que enseñar porque la sequía de ideas, novedades o alternativas aquí es total y nada que aprender porque la arrogancia colonial de este continente es absoluta también y no le permite aprender. Por ejemplo, cuando decimos: “En Brasil, Argentina o Ecuador se hizo así”, y enseguida nos respondemos: “Esos son países menos desarrollados”.

¿Seguimos con ese sentimiento de superioridad?
Seguimos con esa arrogancia colonial, sí. Y no lo tomamos en serio, pero es que eso que ha dicho el FMI hoy, lo dijo en Tanzania, Mozambique e Indonesia antes, lo conozco bien. Lo de aplicar las medidas y después, decidir que fueron excesivas es recurrente. Y una agencia que ha aplicado unas medidas que han generado tanta pobreza, tanto sufrimiento en los países, debería ser demandada ante los tribunales; y ya no digo por un delito criminal, pero al menos, sí por negligencia. Tiene que haber una reparación civil para los países afectados, porque, además, dicen que cometieron un error con sus políticas y las siguen aplicando.

No hay propósito de la enmienda...
Ninguno. Pero es que, además, a la UE no le gusta que el FMI se retracte, porque está comprometida con las políticas de austeridad y si en Alemania se percibe que son negativas, Angela Merkel puede perder las elecciones. Todo está organizado para que nada cambie hasta las elecciones alemanas, por lo que Italia, Grecia, Portugal o España deben esperar y lo hacen, digo yo siempre, con una democracia suspendida.

Y los ciudadanos que sufrimos los recortes, ¿qué podemos hacer?
Los gobiernos no van a hacer nada, porque como digo, son completamente dependientes del mandato alemán. Y aunque la gente rechaza esto, no lo hace de una manera fuerte y articulada.
 La semana pasada, en Portugal, estuve trabajando en una iniciativa con el expresidente de la República, Mario Soares, a través de la cual juntamos a 600 personas en una sala para pedir la caída del Gobierno actual, elecciones anticipadas y un Ejecutivo de izquierdas. Fue la primera vez, después del 25 de abril, que conseguimos juntar a representantes del Partido Comunista, del Socialista y del Bloque de Izquierda para formar una alternativa de izquierdas. Aunque sabíamos que por razones históricas es muy difícil lograrlo.

Como en España...
Aquí también, aquí también... Y en Portugal, al final, nos dimos cuenta de que era imposible, que jamás habría una alternativa de izquierdas. ¿Por qué? Porque, por un lado, Bloque de Izquierda y Partido Comunista quieren renegociar la deuda y, además, han concluido que parte de esta deuda no se puede pagar -es el 130% del PIB-, o abocaremos al empobrecimiento a las generaciones siguientes. Todo el dinero que entra de la troika va a pagar la deuda, ni un céntimo va para la salud o el hogar de las personas.
Por otro lado, el Partido Socialista, que está dominado por la lógica del neoliberalismo desde hace tiempo, quiere ser Gobierno, además, en el marco europeo dominado asimismo por el neoliberalismo. Por tanto, propugna que de negociar la deuda, nada: hay que pagarla toda, aunque se negocie sobre las tasas y los períodos de pago, por ejemplo.

¿Qué podemos esperar de un período así?
Será un período turbulento y largo, a mi juicio, y será una lucha por la redefinición de la democracia. No es casualidad que los jóvenes aquí en España o en Portugal hablen de Democracia Real o apelen a la Democracia Ya, porque la democracia en Europa está suspendida y derrotada. Ha habido un conflicto entre democracia representativa y capitalismo y ha ganado el capital.

¿Y hay alguna posibilidad de que se levante de nuevo la democracia?
Sólo cuando el capitalismo tenga miedo. Hasta ahora, los bancos han sido rescatados con dinero público, pero no habrá posibilidad de rescatarlos de la misma manera otra vez, a menos que los ciudadanos sean reducidos a la condición de esclavos. Puede haber una catástrofe y tenemos que luchar antes de que llegue, buscando todos los errores que se cometieron en las políticas progresistas de Europa. Por ejemplo, creer que sólo un pequeño grupo en cada país era politizado: los miembros de partidos, ONGs o de movimientos sociales. El resto de ciudadanos era una masa informe, despolitizados que no tenían ninguna relevancia política, pero que son los que están ahora en la calle.
De ellos va a venir el futuro; la transformación democrática va a llegar de la mano de todos los indignados: pensionistas, jóvenes, médicos, profesionales,... que implican, además, una unión intergeneracional que antes no existía y que tienen que llevar a cabo una revolución democrática; la necesitamos para no llegar a la catástrofe.

¿Cómo se aborda una revolución democrática en la situación actual?
Significa democratizar la democracia a través de un movimiento popular muy fuerte, que a veces resultará violento, aunque nunca contra las personas, y a veces resultará ilegal, porque una de las características de los Estados neoliberales es ser cada vez más represivos.

¿Tal vez porque ya es España un país resignado?
No creo que seamos -e incluyo a mi país, Portugal- países resignados, sino que hemos sufrido más de 40 años de dictadura; 48 años en mi país, más que en España. Mientras tanto, pasaban por nuestro lado los movimientos europeos de participación política (movimiento estudiantil, el de 1968, por la liberación de las colonias...) Estábamos muy aislados, por eso nuestros países no tienen ahora la cultura democrática de resistencia. Por otro lado, hay elementos coyunturales que influyen en los movimientos y, por ejemplo, no podemos creer que las plazas se van a llenar igual en invierno que en primavera o verano.
Además, los movimientos al mismo tiempo que maduran, se dividen: hay gente centrada en los desahucios, otra en la sanidad; gente que cree que se debería crear un partido, otros que no; personas que hablan de consejos populares, formas de control ciudadano...

¿Y cómo se organiza todo eso? ¿Con qué nos quedamos?
La revolución democrática va a tener dos pies: cambiar la democracia representativa neoliberal a través de un cambio del sistema político que conlleva, a su vez, un cambio del sistema de partidos. Es decir, que conlleva la participación de independientes en el sistema político, en la regulación y financiación de los partidos, en el sistema electoral... Hay mucho que hacer, pero sobre todo, sabiendo que la reforma nunca va a venir de los partidos, que saben que saldrán perdiendo con esto, sino que va a venir de los ciudadanos. La democracia participativa resultante -de la que ya tenemos experiencia fuera de Europa- traerá nuevas formas de actuación: referéndums, consejos populares, consejos sectoriales, presupuestos participativos a nivel local o regional, por ejemplo... O sea, democracia directa que controle a los elegidos, que vaya más allá de la autorización a gobernar; que vaya hasta la rendición de cuentas, ésta que debe llegar de fuera, de ciudadanos organizados. El problema es que ahora no están organizados.


Fuente: Público.es