Hubiese reprobado

Sábado 19 de abril de 2014
Gabriel García Márquez tuvo la suerte de que ninguna profesora de literatura le exigiera leer Cien años de soledad para después hacer un análisis, ventaja de la que no gozan hoy los estudiantes de Lengua y Literatura que recorren librerías y se lo nombran al vendedor como si le pidieran aceite de ricino.
Contaba al respecto García Márquez: “Un maestro de literatura le advirtió hace tiempo a la hija de un gran amigo que su examen final versaría sobre Cien años de soledad. La chica se asustó, con toda razón, no sólo porque no había leído el libro, sino porque estaba pendiente de otras materias más graves. En el examen se le preguntó '¿Qué significa la letra al revés en el título del libro?' (la ilustración es del artista Vicente Rojo, quien, consultado, aseguró que él tampoco hubiera sabido qué contestar) Debo ser un lector muy ingenuo, porque nunca he pensado que los novelistas quieran decir más de lo que dicen. Kafka dice en Metamorfosis que Gregorio Samsa despertó una mañana, convertido en un gigantesco insecto, y no me parece que eso sea símbolo de nada, lo único que me ha intrigado siempre es qué clase de animal pudo haber sido… Tengo gran respeto y cariño por el oficio del maestro, por eso me duele que ellos también sean víctimas de un sistema de enseñanza que los induce a decir tonterías. Uno de mis seres inolvidables es la maestra que me enseñó a leer a los cinco años. Fue ella quien nos leía en clase los primeros poemas que me pudrieron el seso para siempre. Recuerdo con la misma gratitud al profesor de Literatura del bachillerato, hombre modesto y prudente que nos llevaba por el laberinto de los buenos libros sin interpretaciones rebuscadas. Ese método permitía a sus alumnos una participación más personal y libre en el prodigio de la poesía. En síntesis, un curso de literatura no debería ser mucho más que una buena guía de lectura; cualquier otra pretensión no sirve más que para asustar a los niños.”

Aguará-í