De Villa Bonita fueron dos camiones los que partieron con tareferos

Miércoles 19 de junio de 2013

Dolor, bronca, impotencia. Sentimientos que se entremezclaron ayer durante el velorio y la posterior inhumación de los cinco tareferos que fallecieron el lunes a consecuencia del accidente sobre la ruta provincial 220, a metros del acceso al Parque Provincial Salto Encantado, en el municipio de Aristóbulo del Valle.
Familiares y amigos despidieron los restos de Miguel Miranda (55) y su hijo Hugo Franco (33), Luis Godoy (33) y Edgar Ferreira (17), todos del barrio Evita. Los cuatro fueron velados en el salón municipal de Villa Bonita y sepultados en el cementerio local.
En tanto, el cuerpo de Fabián Da Silva (23) fue trasladado a Jardín América, de donde era oriundo, si bien residía con su familia en Villa Bonita.

Las madres, las viudas y los hijos no hallaban consuelo ante la magnitud de la masacre que conmovió a la comunidad, ya que la mayoría de los 24 ocupantes del camión accidentado eran vecinos o parientes. En la víspera se confirmó que catorce menores viajaban en el rodado, lo que marca a las claras la persistencia del trabajo infantil y la falta de control por parte del Estado.
Como si esto fuera poco, El Territorio confirmó que eran dos los camiones que partieron desde Villa Bonita repletos de tareferos con el mismo destino y similares condiciones de precariedad.
Ricardo Núñez viajaba en el segundo rodado y relató que transitaron desde Oberá hasta Aristóbulo del Valle por la ruta nacional 14, sin tomar caminos alternativos, como señalaron fuentes oficiales.
“Cruzamos por cuatro ciudades (Oberá, Campo Viera, Campo Grande y Aristóbulo del Valle) y no vimos un policía en la ruta. Es mentira que fuimos por la colonia. Fuimos por la ruta pero nadie controla nada”, disparó Núñez.
Quebrado por la tragedia, confirmó que el conductor del camión accidentando le manifestó que “reventó la varilla de alta (caja de cambios) y se quedó en neutro, por eso no pudo frenar”.
Explicó que al momento del accidente, los camiones estaban distanciados 100 metros entre sí y los ocupantes del primero asistiron a los heridos.
“Fue terrible, no hay palabras para decir lo que vimos”, lamentó. Consultado al respecto, detalló que luego del accidente la Policía les impidió que asciendan al camión que los transportaba y tuvieron que regresar en colectivo. En ese sentido, opinó que “después que murió un montón de gente se acordaron de hacer cumplir las leyes. El tarefero necesita trabajar, pero las autoridades son las que tienen que controlar y no hacen nada”.

“Diez pesos más”
En el mismo camión que Núñez también viajaba Javier Da Silva de 18 años. “Me llamó un vecino para decirme que tuvieron un accidente pero que me quede tranquila, porque mi hijo estaba bien. Pero pensé lo peor y no me quedé tranquila hasta que hablé con él. Gracias a Dios me hijo iba en el otro camión, pero tengo un sobrino de 14 años que está muy grave”, señaló la madre de Javier, Genoveva De Olivera.
Con sentimientos encontrados, ya que su hijo se salvó pero su sobrino está muy delicado, reconoció que “no estaba muy de acuerdo en que viaje tan lejos. Le dije para qué vas a ir, si acá cerca hay para tarefear. Pero es joven y quería ir porque iban sus compañeros. Me dijo: ‘mami, es lindo conocer otros lugares, no te preocupes’”.
Comentó  que Javier dejó la escuela a los 16 años y desde entonces comenzó a trabajar en la cosecha de yerba, pero era la primera vez que viajaba lejos. “Quería ir porque pagaban 10 pesos más, pero no hay plata que valga lo que pasó”, lamentó.

Sobreviviente
Víctor Fabián Urig (17) fue el primero de los accidentados en ser dado de alta. El joven fue derivado al hospital Samic de Oberá con fractura del brazo izquierdo y algunos golpes menores. Por ello, ayer a la mañana acompañó a los deudos de sus compañeros muertos, algunos de los cuales también eran parientes suyos.
Miguel Miranda era su tío y Hugo Franco su primo; mientras que su hermano Facundo (14) aún se encuentra internado en estado reservado.
“Yo me salvé porque salté y no caí de cabeza, sólo me rompí el brazo y me raspé. Es muy feo lo que pasó, ver a mis amigos aplastados y los gritos y todo ese desastre”, dijo con la voz quebrada.
Urig confirmó que eran dos los camiones del convoy que se trasladaba hacia un yerbal en Jardín América cuando uno de ellos volcó en Cerro Moreno, sobre la ruta provincial 220.
Si bien el joven no supo precisar cuántos tareferos viajaban en el segundo rodado, señaló que “eran varios y había chicos”. Rodeado por amigos, contó que tarefea desde los 10 años y que asistió a la escuela hasta sexto grado, tiene seis hermanos y la mayoría realiza la misma tarea, pero el lunes sólo lo acompañó Facundo, quien por estas horas se debate entre la vida y la muerte.


“La ley está para el que tiene, para el pobre no”
El vuelco se produjo sobre la ruta provincial 220, a unos 400 metros del acceso al Parque Salto Encantado, en un tramo donde actualmente se realizan obras de asfaltado.
El conductor del camión Ford 700, dominio TNN-048, fue identificado como Julio César Franco (38), quien era acompañado por su hijo Renzo Franco (14). Ambos sufrieron graves lesiones, aunque el menor fue derivado al Madariaga y corre serio riesgo de vida debido a múltiples fracturas y traumatismo encefálico.
La tragedia golpeó duro a la comunidad de Villa Bonita, pero sobre todo a la familia Miranda, con dos fallecidos hasta el momento y varios heridos graves.
Juan Pedro Miranda (50), hermano de Miguel y tío de Hugo, ambos muertos, lamentó que “las leyes no se cumplen y por eso pasan estas cosas, porque no es la primera vez que mueren compañeros en las rutas”.
El hombre contó que a las 9 de la mañana del lunes ‘el camión de la muerte’ pasó frente a la comisaría de Villa Bonita cargado con tareferos, pero “no hicieron nada, siendo que está prohibido. Y todos los días pasan así, frente a la cara de los policías”.
Miranda comentó que su hermano tenía cinco hijos y su sobrino cuatro, y se preguntó “qué va ser de las criaturas ahora”.
Aseguró que toda su vida trabajó en la tarefa y actualmente es capataz de cuadrilla. Conocedor a fondo de la situación de los peones, opinó que “hay una ley que dice que los tareferos tienen que viajar en colectivos, pero los contratistas no pueden pagar porque los grandes no cumplen con los precios”.
“Y uno tiene que parar la olla, entonces se sube a los camiones y no dice nada. La ley está para el que tiene, para el pobre no”, reconoció indignado.


El dolor desgarró a un pueblo entero
• Pasajero 24:
Si bien el lunes desde Salud Pública informaron que eran 23 los pasajeros del camión accidentado, ayer se confirmó que en realidad eran 24. Héctor Miranda fue uno de los que saltó antes del impacto y resultó ileso.
Inmediatamente comenzó a asistir a sus compañeros y luego regresó con el colectivo que transportó a los tareferos que viajaban en el primer rodado, por ello su nombre no apareció en la lista inicial de accidentados.
En cambio, para Edgar Ferreira (17) no hubo alternativa y falleció a las horas de ser derivado al Samic de Oberá. Ayer su padre, Bertolín Ferreira (55), reconoció que el menor se fue sin pedir permiso. 
“Yo tuve seis hijos, ahora me quedan cinco, y a todos los crié por igual, pero a veces no te hacen caso y pasan cosas feas. El domingo estaba jugando a la pelota y hoy lo estamos velando, parece mentira”, señaló en medio del dolor.

• Asistencia municipal:
Ana Aguirre, intendente de Campo Ramón, acompañó ayer a los familiares de las víctimas y se mostró dolida por los alcances de la tragedia. “Mucho dolor siento al ver lo que pasó. Soy vecina y fui maestra de varios chicos en la Escuela 306, así que esto me golpeó mucho. Ahora hay que estar cerca de las familias, asistirlos y tratar de que se recuperen lo mejor posible”, indicó.
El lunes Aguirre se hallaba en Buenos Aires, en una reunión de intendentes con el ministro de Planificación de la Nación, Julio De Vido, por lo que la tragedia la sorprendió a la distancia.
“Mi esposo (el diputado Adolfo Pischik) me mantuvo al tanto desde el primer momento y él se encargó de acompañar a las familias”, explicó. También subrayó la “necesidad de extremar los controles para que no vuelva a pasar una tragedia como esta”.
En tanto, algunas voces comenzaban a replicar el pedido de justicia y no descartaron que en los próximos días se realice una marcha en Villa Bonita.

• Trece años después:
“Los camiones pasan como si nada, nadie controla nada en la ruta. Y siento un dolor en el alma que sigan muriendo inocentes, compañeros que sólo quieren llevar el pan a su mesa”, reflexionó Oscar Rodríguez, sobreviviente de la tragedia de los Mártires de Aurora.
El 2 de octubre del 2000 ocurrió un terrible accidente que le costó la vida a cuatro tareferos y ocasionó secuelas de por vida a otros tantos. Fallecieron Julio Benítez, Guillermo Rodríguez, José De Olivera y Ramón Ayala.
En tanto, algunos de los sobrevivientes padecieron la amputación de miembros y otros sufren problemas neurológicos, se aislaron y están a la deriva, sin posibilidad de trabajar para ganarse el sustento diario. “Nos mandaron directamente al matadero”, graficó Rodríguez, que perdió una pierna. Fueron 33 tareferos de San Miguel y Cien Hectáreas que subieron a la carrocería del camión con entusiasmo, sin imaginar la pesadilla que vivirían horas después. Tragedia que se repitió trece años más tarde.


“Mi hijo aún no despertó, nos piden paciencia”

POSADAS. Juan Antonio Urig (45) estaba sentado solo anoche en la puerta del hospital de Pediatría de Posadas. El médico le pidió paciencia. Desde la noche del lunes, su hijo Facundo (14) permanece en terapia intensiva con pronóstico reservado.
“Él todavía no despertó”, dijo Urig a El Territorio. Agachó la cabeza e intentó disimular sus desesperadas lágrimas. Cruzó los brazos y relató: “En ese camión viajaban mis dos hijos; Facundo (14) y Víctor Fabián (17), el más grande se fracturó el brazo pero está fuera de peligro. También iban el abuelo y el tío de mis hijos, ellos murieron. Y mi yerno, Diego Luis Roa que está en el Madariaga, él está muy grave, tampoco despertó y nosotros rezamos para que ellos se recuperen”.
Ayer a la tarde Urig, empleado de un aserradero, esperaba a su esposa. La mujer estaba velando a su padre y al hermano en la localidad de Villa Bonita.
“Ella está desesperada por ver a Facundo. Yo le dije que se tranquilice porque nuestro hijo todavía no reaccionó (...) Además me dijeron que al gurí le pueden quedar secuelas”.

Ruegan por un milagro
La historia de la familia Urig es una de las cinco que se escuchan en el hospital posadeño.
Jorge Da Silva Rodríguez (43), padre de Lucas Daniel, un adolescente de 14 años que también viajaba en el camión, camina en círculo buscando temple e implorando un milagro. Su esposa, sentada en un banco del nosocomio, llora desconsolada.
“Mi hijo no presenta mejoras, no abrió los ojos. Nos dijeron que no tiene fracturas, pero sí muchos golpes, lo tienen con una sonda y despide mucha sangre. El pronóstico es crítico, está medicado. Nos piden calma, que esperemos 48 horas para ver cómo evoluciona”, resume Da Silva Rodríguez mientras observa a su esposa.
Pero, lo que más lamenta el padre de 43 años, de oficio maderero, es que le prohibió a Lucas que viaje. “Salió sin mi permiso, pero él quería ganarse unos pesos”, lamentó Da Silva Rodríguez, quien agregó: “Yo salgo al trabajo a las 6, me voy al aserradero. Él salió detrás mío, pero sin mi permiso. El responsable de todo esto es el encargado de la cuadrilla y el chofer, que también es padre, porque está prohibido que lleven a menores a trabajar y mi hijo es una criatura, ellos tenían que ser más serios”.
La familia de Omar Fabián (36), padre de Nahuel (14), contó que su hijo salió a trabajar porque quería ayudarlo.
“Es un chico muy guapito. Hoy despertó y me contó que del accidente recuerda cuando el camión pasó la primera curva. En la segunda ya cayeron y me dijo que saltó a la capuera porque si no el camión se le venía encima. Tiene muchos golpes, la carita deformada y parece que una rama le cortó un poco la panza, pero él, gracias a Dios está bien”.